EVANGELICOS EN POLITICA
DECLARACION DE JARABACOA ORIENTA PARTICIPACIÓN EVANGELICOS EN POLITICA
Se trata de un documento suscrito por la Fraternidad Teológica Latinoamericana, en Jarabacoa, pero se puede decir que no es conocido por la mayoría de los evangélicos que están actualmente participando en el debate político local.
En mayo del 1983, hace ya 36 años, la Confraternidad Teológica Latinoamericana, celebró en la montañosa y plácida zona de Jarabacoa, República Dominicana, una importante consulta sobre la participación de los evangélicos en la política.
El tema tratado, específicamente, fue “La teología y la práctica del poder”. Llama la atención que, aunque el compromiso social a través de la acción política, ya no es un tabú entre los evangélicos, el contenido de este manifiesto sea desconocido por muchos líderes y en especial por hermanos que han dado a conocer una militancia política abierta.
Decimos esto, porque es lamentable que el tímido ejercicio de los evangélicos en la política se esté realizando al margen de la reflexión teológica. Incluso, confundimos con frecuencia, la asistencia social, de la que no negamos su impacto colectivo y a fin de cuenta también político, con el compromiso político ejercido en un intento serio de ir más allá de los paliativos de ocasión hasta tocar las causas estructurales de nuestros males.
Sería muy bueno y saludable que los creyentes involucrados en la participación política respondieran desde sus aspiraciones a ciertos niveles de reflexión bíblica y teológica que le permita encarnar su ejercicio político en una acción cuyos fines no sean el poder por el poder mismo, sino más bien la extensión hacia las áreas públicas de toma de decisión del poder redentor de Cristo a través de aquellos que han experimentado su gracia salvadora.
Es importante pues, que esta participación política del creyente tenga un claro sentido de misión cristiana. Para este ejercicio se hace necesario la vocación y el llamado, actitudes que deben estar siempre por encima de la ambición o el deseo de promoción personal.
Las buenas intenciones de carácter filantrópico son necesarias para el político, pero no suficiente ni del todo determinante para un buen ejercicio de la administración pública. Está demás decir que toda persona que asume la política con el noble interés de servir, debe tener una indeclinable vocación por las ciencias sociales, y en este sentido, debe ser, sino un estudioso, un atento seguidor de las mismas.
La Declaración de Jarabacoa no es un manifiesto triunfalista ni repleto de euforia. Inicia con una confesión en donde se lamenta la generalizada apatía del pueblo evangélico hacia las realidades sociales y políticas de nuestros países. “Somos conscientes de que diversas razones han influido para esta apatía e indiferencia. Sin embargo, identificamos un reciente interés en estos asuntos como una evidente acción del Espíritu Santo por lo cual dicho interés debe ser profundizado”.
La proclama enfatiza el diálogo creativo y la reflexión para que los evangélicos con llamado asumamos responsabilidad en el campo político, “no a pesar de nuestra fe, sino por causa de ella”. Señala este documento histórico que, en el campo de la política, a pesar de su importancia, es donde menos hemos llevado la respuesta de Dios.
En este manifiesto la hermenéutica en cuanto a la misión toma mayor relevancia colectiva asumiendo que el mandato de “ir por todo el mundo y hacer discípulos” involucra el cumplimiento de una misión de encarnación y servicio, indicándonos nuestro lugar en el mundo donde debemos actuar como sal y luz.
“Reafirmamos nuestra firme convicción de fe en las Sagradas Escrituras y dentro de la tradición de la Reforma proclamamos el señorío de Cristo sobre el individuo y la iglesia. Con la misma fuerza confesamos que El Señor es de toda la realidad creada. Consideramos que el poder redentor y renovador de Cristo no solo afecta al individuo, sino también a la esfera social, económica, cultural y política”.
A partir de sus señalamientos introductorios, la Declaración de Jarabacoa bosqueja unas líneas generales basada en principios bíblicos y teológicos que tocan la creación, el proceso de redención y la perspectiva escatológica.
En la segunda parte declara los principios fundamentales de la acción política sobre los cuales deben actuar los cristianos desde la perspectiva de su compromiso con el Reino de Dios, donde se determina que el fin de toda acción política debe ser lograr una vida plena para todo hombre, mujer y niño.
La práctica de la verdad se establece como fundamental para toda relación humana. Sin el imperio de la verdad, la vida social se torna caótica y anárquica. “La verdad como actitud disciplinada debe ser el origen y meta de toda acción política orientada hacia una vida humana plena”.
De inmediato se establece que sin libertad es imposible la práctica de la verdad y la justicia es impracticable si la verdad y la libertad se ven frustradas. “Una acción política justa es aquella que vela porque la justicia alcance a todos, especialmente a los pobres y marginados de la sociedad”.
A seguida con una breve y concisa explicación, el documento toca temas como la paz, la solidaridad y la democracia, entre otros.
En su tercera parte observa algunas áreas específicas para la acción política responsable enfatizándose el individuo, la familia, la educación, el trabajo, la economía, la salud, y la cultura.
Esta declaración, aunque es producto de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, por tratarse de una región con situaciones políticas y sociales tan similares, pudiera ser un punto de referencia más atendido de parte de los evangélicos nuestros que ya han expresado aspiraciones políticas en varios niveles.
La participación política de los evangélicos, si queremos hacerla relevante y distintas, tenemos que reflexionlarla a partir del compromiso social y la misión integral y solidaria. La política dominicana necesita ser evangelizada, pero solo lo será partiendo de una reflexión contextual y bíblica, desde la que se apliquen los principios generales y los conceptos más adecuados de las ciencias sociales y humanas, sometido todo conocimiento al supremo consejo de Dios.
El documento concluye con varias sugerencias prácticas para la acción política de los cristianos. Es importante notar que la declaración concluye con la misma tónica humilde y de confesión con que inicia.
“No hemos sentido abrumados por la complejidad de los problemas sociales considerados. Hemos tomado conciencia de las limitaciones propias del pueblo evangélico del cual formamos parte. Hemos reconocido nuestra necesidad de perdón de Dios por nuestra falta de sensibilidad cristiana en relación con la difícil situación que viven nuestros pueblos. A la vez hemos sido enriquecidos por la comunión mutua. Hemos profundizado nuestra comprensión de las demandas del Reino de Dios en este momento crítico de nuestra historia. Hemos renovado nuestro compromiso con el Señor Jesucristo, con la iglesia y con las naciones en las cuales Dios nos ha tocado para serle testigos”.
“Hacemos un llamado a todos nuestros hermanos y hermanas en Cristo a unirse a nosotros en el propósito de orar y trabajar en el poder del Espíritu Santo a fin de que el Reino de Dios se manifieste más plenamente en nuestra sociedad”.DECLARACION DE JARABACOA ORIENTA PARTICIPACIÓN EVANGELICOS EN POLITICA
Se trata de un documento suscrito por la Fraternidad Teológica Latinoamericana, en Jarabacoa, pero se puede decir que no es conocido por la mayoría de los evangélicos que están actualmente participando en el debate político local.
En mayo del 1983, hace ya 36 años, la Confraternidad Teológica Latinoamericana, celebró en la montañosa y plácida zona de Jarabacoa, República Dominicana, una importante consulta sobre la participación de los evangélicos en la política.
El tema tratado, específicamente, fue “La teología y la práctica del poder”. Llama la atención que, aunque el compromiso social a través de la acción política, ya no es un tabú entre los evangélicos, el contenido de este manifiesto sea desconocido por muchos líderes y en especial por hermanos que han dado a conocer una militancia política abierta.
Decimos esto, porque es lamentable que el tímido ejercicio de los evangélicos en la política se esté realizando al margen de la reflexión teológica. Incluso, confundimos con frecuencia, la asistencia social, de la que no negamos su impacto colectivo y a fin de cuenta también político, con el compromiso político ejercido en un intento serio de ir más allá de los paliativos de ocasión hasta tocar las causas estructurales de nuestros males.
Sería muy bueno y saludable que los creyentes involucrados en la participación política respondieran desde sus aspiraciones a ciertos niveles de reflexión bíblica y teológica que le permita encarnar su ejercicio político en una acción cuyos fines no sean el poder por el poder mismo, sino más bien la extensión hacia las áreas públicas de toma de decisión del poder redentor de Cristo a través de aquellos que han experimentado su gracia salvadora.
Es importante pues, que esta participación política del creyente tenga un claro sentido de misión cristiana. Para este ejercicio se hace necesario la vocación y el llamado, actitudes que deben estar siempre por encima de la ambición o el deseo de promoción personal.
Las buenas intenciones de carácter filantrópico son necesarias para el político, pero no suficiente ni del todo determinante para un buen ejercicio de la administración pública. Está demás decir que toda persona que asume la política con el noble interés de servir, debe tener una indeclinable vocación por las ciencias sociales, y en este sentido, debe ser, sino un estudioso, un atento seguidor de las mismas.
La Declaración de Jarabacoa no es un manifiesto triunfalista ni repleto de euforia. Inicia con una confesión en donde se lamenta la generalizada apatía del pueblo evangélico hacia las realidades sociales y políticas de nuestros países. “Somos conscientes de que diversas razones han influido para esta apatía e indiferencia. Sin embargo, identificamos un reciente interés en estos asuntos como una evidente acción del Espíritu Santo por lo cual dicho interés debe ser profundizado”.
La proclama enfatiza el diálogo creativo y la reflexión para que los evangélicos con llamado asumamos responsabilidad en el campo político, “no a pesar de nuestra fe, sino por causa de ella”. Señala este documento histórico que, en el campo de la política, a pesar de su importancia, es donde menos hemos llevado la respuesta de Dios.
En este manifiesto la hermenéutica en cuanto a la misión toma mayor relevancia colectiva asumiendo que el mandato de “ir por todo el mundo y hacer discípulos” involucra el cumplimiento de una misión de encarnación y servicio, indicándonos nuestro lugar en el mundo donde debemos actuar como sal y luz.
“Reafirmamos nuestra firme convicción de fe en las Sagradas Escrituras y dentro de la tradición de la Reforma proclamamos el señorío de Cristo sobre el individuo y la iglesia. Con la misma fuerza confesamos que El Señor es de toda la realidad creada. Consideramos que el poder redentor y renovador de Cristo no solo afecta al individuo, sino también a la esfera social, económica, cultural y política”.
A partir de sus señalamientos introductorios, la Declaración de Jarabacoa bosqueja unas líneas generales basada en principios bíblicos y teológicos que tocan la creación, el proceso de redención y la perspectiva escatológica.
En la segunda parte declara los principios fundamentales de la acción política sobre los cuales deben actuar los cristianos desde la perspectiva de su compromiso con el Reino de Dios, donde se determina que el fin de toda acción política debe ser lograr una vida plena para todo hombre, mujer y niño.
La práctica de la verdad se establece como fundamental para toda relación humana. Sin el imperio de la verdad, la vida social se torna caótica y anárquica. “La verdad como actitud disciplinada debe ser el origen y meta de toda acción política orientada hacia una vida humana plena”.
De inmediato se establece que sin libertad es imposible la práctica de la verdad y la justicia es impracticable si la verdad y la libertad se ven frustradas. “Una acción política justa es aquella que vela porque la justicia alcance a todos, especialmente a los pobres y marginados de la sociedad”.
A seguida con una breve y concisa explicación, el documento toca temas como la paz, la solidaridad y la democracia, entre otros.
En su tercera parte observa algunas áreas específicas para la acción política responsable enfatizándose el individuo, la familia, la educación, el trabajo, la economía, la salud, y la cultura.
Esta declaración, aunque es producto de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, por tratarse de una región con situaciones políticas y sociales tan similares, pudiera ser un punto de referencia más atendido de parte de los evangélicos nuestros que ya han expresado aspiraciones políticas en varios niveles.
La participación política de los evangélicos, si queremos hacerla relevante y distintas, tenemos que reflexionlarla a partir del compromiso social y la misión integral y solidaria. La política dominicana necesita ser evangelizada, pero solo lo será partiendo de una reflexión contextual y bíblica, desde la que se apliquen los principios generales y los conceptos más adecuados de las ciencias sociales y humanas, sometido todo conocimiento al supremo consejo de Dios.
El documento concluye con varias sugerencias prácticas para la acción política de los cristianos. Es importante notar que la declaración concluye con la misma tónica humilde y de confesión con que inicia.
“No hemos sentido abrumados por la complejidad de los problemas sociales considerados. Hemos tomado conciencia de las limitaciones propias del pueblo evangélico del cual formamos parte. Hemos reconocido nuestra necesidad de perdón de Dios por nuestra falta de sensibilidad cristiana en relación con la difícil situación que viven nuestros pueblos. A la vez hemos sido enriquecidos por la comunión mutua. Hemos profundizado nuestra comprensión de las demandas del Reino de Dios en este momento crítico de nuestra historia. Hemos renovado nuestro compromiso con el Señor Jesucristo, con la iglesia y con las naciones en las cuales Dios nos ha tocado para serle testigos”.
“Hacemos un llamado a todos nuestros hermanos y hermanas en Cristo a unirse a nosotros en el propósito de orar y trabajar en el poder del Espíritu Santo a fin de que el Reino de Dios se manifieste más plenamente en nuestra sociedad”.
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